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Si querés dejar tu opinión sobre este artículo, hacelo... seas o no estudiante de formación ética. Esto es por todos y por todas. Por la vida.
Javier
Espacio para la extensión de la cursada de Formación Ética y Ciudadana de los alumnos y alumnas de la Escuela de Reingreso Nº2 DE 4, de los Barrios de La Boca/ Barracas en el ciclo 2011.
Una semana antes de la vaginoplastia que concluirá su proceso de reasignación de sexo, Sabrina Osbourne (Bree) recibe una llamada telefónica de Toby Wilkins, un chico de 17 años, que está detenido en Nueva York. Pregunta por Stanley Schupak (nombre original de Bree), afirmando ser su hijo. Aunque la primera intención de Bree es olvidarse de este hijo del que desconocía su existencia, su terapeuta le obliga a ir y resolver el problema antes de afrontar la operación.
En el centro de detención de menores le informan que el chico está acusado de un hurto menor pero que se dedica a prostituirse y es consumidor de drogas. Cuando se lo presentan, tras haber pagado su fianza, el muchacho la confunde con una misionera de alguna de las iglesias que se dedican a ayudar a los chicos de la calle, y en lugar de sacarle de su error le dice que es de la iglesia del "Padre potencial". Viendo en las condiciones en las que vive el chico decide sacarle de ese entorno. Y emprenden un viaje en coche de regreso a Los Ángeles donde el chico también quiere ir porque quiere ser actor porno, pero la verdadera intención de Bree es dejarle con algún familiar en el pueblo natal del chico que se encuentra a medio camino. Allí descubre que Toby se había escapado tras el suicidio de su madre porque su padrastro abusaba sexualmente de él.
Su viaje a través de los EEUU les sirve para conocerse mejor y tomarse cariño. En medio de la travesía Toby descubre que Bree tiene pene. Al principio reacciona mal, más por sentirse engañado que por otra cosa, aunque sigue sin saber que es su padre.
Les roban el coche y se quedan tirados en medio del Oeste americano. Entonces conocen a Calvin Muchas Cabras, un aborigen navajo que les ayuda y les lleva hasta donde vive su familia con lo que sus padres y hermana conocen a su nieto y sobrino. Y éste conoce el ambiente en el que se ha criado Bree y las distintas reacciones de los miembros de la familia ante su cambio de sexo.
Los padres de Bree se ofrecen para hacerse cargo de Toby y Bree le da a elegir entre quedarse o irse a vivir con ella. Toby le dice que prefiere irse con ella y le intenta dar las gracias como está acostumbrado, ofreciéndose sexualmente. Ante la proposición del muchacho Bree le confiesa que es su padre. Impactado por la noticia Toby le da un puñetazo y huye de la casa.
De regreso en los Ángeles Bree se somete a la operación que resulta un éxito, pero en lugar de sentirse feliz por lo que siempre había deseado, siente una gran pena y vacío por la ausencia de Toby. Pero finalmente éste se presenta en su casa para retomar la relación con su nueva madre.
(…) Indicaremos que el narcisismo general, el amor propio de la Humanidad, ha sufrido hasta ahora tres graves ofensas por parte de la investigación científica:
a) El hombre creía al principio, en la época inicial de su investigación, que la Tierra, su sede, se encontraba en reposo en el centro del Universo, en tanto que el Sol, la Luna y los planetas giraban circularmente en derredor de ella. Seguía así ingenuamente la impresión de sus percepciones sensoriales, pues no advertía ni advierte movimiento alguno de la Tierra, y dondequiera que su vista puede extenderse libremente, se encuentra siempre en el centro de un círculo, que encierra el mundo exterior. La situación central de la Tierra le era garantía de su función predominante en el Universo, y le parecía muy de acuerdo con su tendencia a sentirse dueño y señor del Mundo.
La destrucción de esta ilusión narcisista se enlaza, para nosotros, al nombre y a los trabajos de Nicolás Copérnico en el siglo XVI. Mucho antes que él, ya los pitagóricos habían puesto en duda la situación preferente de la Tierra, y Aristarco de Samos había afirmado, en el siglo III a. de J. C., que la Tierra era mucho más pequeña que el Sol, y se movía en derredor del mismo. Así pues, también el gran descubrimiento de Copérnico había sido hecho antes de él. Pero cuando fue ya generalmente reconocido, el amor propio humano sufrió su primera ofensa: la ofensa cosmológica.
b) En el curso de su evolución cultural,el hombre se consideró como soberano de todos los seres que poblaban la Tierra. Y no contento con tal soberanía, comenzó a abrir un abismo entre él y ellos. Les negó la razón, y se atribuyó un alma inmortal y un origen divino, que le permitió romper todo lazo de comunidad con el mundo animal. Es singular que esta exaltación permanezca aún ajena al niño pequeño, como al primitivo y al hombre primordial. Es el resultado de una presuntuosa evolución posterior. En el estadio del totemismo, el primitivo no encontraba depresivo hacer descender su estirpe de un antepasado animal. El mito, que integra los residuos de aquella antigua manera de pensar, hace adoptar a los dioses figura de animales, y el arte primitivo crea dioses con cabeza de animal. El niño no siente diferencia alguna entre su propio ser y el del animal; acepta sin asombro que los animales de las fábulas piensen y hablen, y desplaza un afecto de angustia, que le es inspirado por su padre, sobre un determinado animal --perro o caballo -, sin tender con ello a rebajar a aquél. Sólo más tarde llega a sentirse tan distinto de los animales, que le es ya dado servirse de sus nombres como de un calificativo insultante para otras personas.
Todos sabemos que las investigaciones de Darwin y las de sus precursores y colaboradores pusieron fin, hace poco más de medio siglo, a esta exaltación del hombre. El hombre no es nada distinto del animal ni algo mejor que él; procede de la escala zoológica y está próximamente emparentado a unas especies, y más lejanamente, a otras. Sus adquisiciones posteriores no han logrado borrar los testimonios de su equiparación, dados tanto en su constitución física como en sus disposiciones anímicas. Esta es la segunda ofensa —la ofensa biológica— inferida al narcisismo humano.
c) Pero la ofensa más sensible es la tercera, de naturaleza psicológica. El hombre, aunque exteriormente humillado, se siente soberano en su propia alma. En algún lugar del nódulo de su yo se ha creado un órgano inspector, que vigila sus impulsos y sus actos, inhibiéndolos y retrayéndolos implacablemente cuando no coinciden con sus aspiraciones. Su percepción interna, su conciencia, da cuenta al yo en todos los sucesos de importancia que se desarrollan en el mecanismo anímico, y la voluntad dirigida por estas informaciones ejecuta lo que el yo ordena y modifica aquello que quisiera cumplirse independientemente. Pues esta alma no es algo simple, sino más bien una jerarquía de instancias, una confusión de impulsos, que tienden, independientemente unos de otros, a su cumplimiento correlativamente a la multiplicidad de los instintos y de las relaciones con el mundo exterior. Para la función es preciso que la instancia superior reciba noticia de cuanto se prepara, y que su voluntad pueda llegar a todas partes y ejercer por doquiera su influjo. Pero el yo se siente seguro, tanto de la amplitud y de la fidelidad de las noticias como de la transmisión de sus mandatos.
En ciertas enfermedades,(…) sucede otra cosa. El yo se siente a disgusto, pues tropieza con limitaciones de su poder dentro de su propia casa, dentro del alma misma. El psicoanálisis procura esclarecer estos inquietantes casos (…) y puede, por fin, decir al yo: “No se ha introducido en ti nada extraño; una parte de tu propia vida anímica se ha sustraído a tu conocimiento y a la soberanía de tu voluntad. Por eso es tan débil tu defensa; combates con una parte de su fuerza contra la otra parte, y no puedes reunir, como lo harías contra un enemigo exterior, toda tu energía. (…)
Ahora bien: todo este proceso sólo se hace posible por el hecho de que también en otro punto importantísimo estás en error. Confías en que todo lo que sucede en tu alma llega a tu conocimiento, por cuanto la conciencia se encarga de anunciártelo. Y cuando no has tenido noticia ninguna de algo, crees que no puede existir en tu alma. (…). Lo anímico en ti no coincide con lo que te es consciente; una cosa es que algo sucede en tu alma, y otra que tú llegues a tener conocimiento de ello.”
Así quiso el psicoanálisis aleccionar al yo. Pero sus dos tesis, la de que la vida instintiva de la sexualidad no puede ser totalmente domada en nosotros y la de que los procesos anímicos son en sí inconscientes, y sólo mediante una percepción incompleta y poco fidedigna llegan a ser accesibles al yo y sometidos por él, equivalen a la afirmación de que el yo no es dueño y señor en su propia casa. Y representan el tercer agravio inferido a nuestro amor propio; un agravio psicológico. No es, por tanto, de extrañar que el yo no acoja favorablemente las tesis psicoanalíticas y se niegue tenazmente a darles crédito.
Traducción de Luis López Ballesteros.
[1] SIGMUND FREUD; UNA DIFICULTAD DEL PSICOANÁLISIS, EN OBRAS COMPLETAS, MADRID, EDITORIAL BIBLIOTECA NUEVA, 1968, VOL. II, P. 1.110-1.112 (extracto seleccionado por el docente).